Los siguientes años, con Carlos fueron los mas felices para Marta, sobre todo los dos primeros, aun hoy los recuerda con añoranza.
En aquellos primeros años Carlos cumplió 18, se sacó el carné de conducir y su abuelo le regaló su coche, prácticamente nuevo, pues el ya no lo utilizaba debido a su avanzada edad.
Los fines de semana los pasaban a las puertas de un pub en la zona de Canovas, en la calle, no eran los únicos, había mas gente fuera que dentro, era la tónica general, sobre todo por el hecho de que en muchos pubs había que pagar para entrar, así las cosas, la zona de Canovas era un hervidero de gente en las aceras yendo y viniendo, Marta no entendía por qué tenían que quedarse en la calle, sobre todo en invierno, solo entraban para pedir algún cubalitro de vez en cuando.
Algunos sábados, tras horas a la puerta de aquel pub, iban a una discoteca o al Perelló en verano, pero aquel pub en la esquina entre Ciscar y Conde Altea era su "cuartel general". En verano iban al Náutico, algunos fines de semana a su casa, para tener un momento de intimidad o bien, al chalet que los padres de el tenían en La Cañada, dependía de cual de las dos casa estuviera vacía. En invierno, por descontado seguían yendo a esquiar. Todos los finales de año, en vez de gastarse un dineral yendo al Ateneo, o a cualquiera de las muchas fiestas que se organizaban en Valencia, los pasaban en la nieve, bien en Andorra, bien en Los Alpes.
Esos primeros años fueron los mas felices que Marta recuerda. Un verano, Marta se fue a La Manga, con su amiga, una de aquellas con las que hiciera aquel viaje a la nieve en el que Carlos y Marta se conocieron. Aquel viaje, cuando lo piensa hoy, fue una locura, para sus padres, se iba a casa de su amiga, con toda su familia, pero la verdad era que no sabía donde iba a dormir, se iba para tres semanas, aunque iba a estar en La Manga dos semanas y la tercera con Carlos en Javea, todo esto sin teléfonos móviles, con una dirección, incompleta, del apartamento de su amiga en La Manga.
Marta cogió un autobús en la estación de autobuses de Valencia destino Murcia, luego debía coger otro a La Manga, pero hubo un fallo de horarios y se encontró en la estación de autobuses de Murcia, sola, a las 7 de la tarde, con una enorme maleta, sin ruedas por supuesto y con que el último autobús de ese día a La Manga había salido a las 6:30, su amiga la esperaba después de comer y era obvio que no iba a llegar.
No se le ocurrió otra cosa que coger un taxi, llevaba diez mil pesetas para las tres semanas, comer y conseguir alojamiento, no llevaba mas pues su madre creía que iba a estar con los padres de su amiga, pensaba conseguir trabajo en la manga para esas dos semanas, le preocupaba cuanto le iba a costar el taxi. El primer taxi de la fila, el que debía coger, tenía diez años por lo menos y olía a todo menos a limpio. Le dijo al taxista que quería ir a La Manga, a un edificio al lado del Casino, le preguntó cuanto le costaría y lo que iban a tardar, el taxista le dijo que era mas de una hora de camino, casi dos y que le cobraría lo que marcara el taximetro, Marta se quería morir allí mismo y no rompió a llorar porque se armó de valor y se tragó las lágrimas que ya habían empezado a asomar a sus ojos, no tenía mas remedio que ir, no podía volver a Valencia, tampoco había autobús hasta el día siguiente y se subió al taxi, sin pensarlo mas. El taxista le dijo que se sentara delante que iría mas cómoda y partieron hacia La Manga.
Fue y seguirá siendo, por mucho tiempo, el peor viaje en coche que Marta ha hecho, el taxista no hacía mas que fumar y hablar, cada vez que hablaba, giraba la cabeza, dejaba de mirar la carretera, una carretera angosta y oscura, mal señalizada, ya estaba anocheciendo, y cada vez que volvía la cara hacia el frente, daba un volantazo, pues se le iba el coche, Marta, que conducía, sabía que siempre había que mirar al frente, a la carretera, aunque se estuviera hablando, pero no se atrevía a decirle nada al taxista, aun hoy, cuando ve a alguien conduciendo, hablando, como si en vez de estar al volante de un coche estuviera en un bar, conversando tranquilamente y girando la cabeza hacia quien tiene al lado, yendo de un lado a otro de la carretera, con movimientos bruscos de volante, se acuerda de aquel taxista. De pronto la conversación de aquel hombre, delgado, con la cara muy delgada y arrugada, quemada por el sol, desaliñado, sucio, se volvió mas soez, empezó a hablarle de sus relaciones con las mujeres, en un tono que a Marta le inquietaba y ahí, en ese punto, es cuando pensó, ahora para, me viola y me deja tirada en la cuneta. Aunque no paso nada de eso, Marta pasó las peores dos horas de su vida.
Llegaron al Casino de La Manga, el taximetro marcaba mas de tres mil pesetas, aunque caro Marta pensó que no le había salido tan mal, le quedaba aun otra sorpresa, el taxista le dijo, son seis mil y pico, Marta abrió los ojos todo lo que pudo, volvió a mirar el taximetro y le contestó, pero si ahí pone tres mil ... aquel hombre le contestó, me tienes que pagar la vuelta. Marta pagó, bajo su maleta de aquel taxi y en cuanto se quedó sola rompió a llorar, todas las lágrimas que se había tragado acudieron, sin freno, sin control, a sus ojos.
Menudo panorama tenía delante, le quedaban poco mas de tres mil pesetas, no sabía, exactamente,cual de los tres edificios que tenía delante era el de su amiga y tampoco se acordaba de la puerta, era un apartamento alquilado y en los timbres no ponía ningún nombre conocido, de hecho no ponía casi ningún nombre, no tenía móvil, ni teléfono al que llamar aunque fuera desde una cabina, y eran las 9:30 de la noche. Marta seguía llorando, angustiada, a todo el que se acercaba al patio que por las explicaciones que esta le había dado, creía que era el de su amiga, le preguntaba si conocían a una familia de Valencia, en una torre de mas de veinte pisos y con varias escaleras.
Finalmente, quizá porque tanta mala suerte era imposible, una mujer que estaba abriendo la puerta del patio, le dijo que si, que los conocía y le dijo la puerta y la escalera. Marta llamó al timbre que le había dicho aquella señora y le contestaron. Marta subió y tuvo que enjugarse las lágrimas, cambiar la expresión de su cara y sonreir para no tener que contar toda la odisea delante de los padres de su amiga y de otros amigos de estos. Esa noche se quedó a dormir allí, era tarde y no podían buscarle nada, además, los padres de su amiga no sabían que Marta no tenía donde dormir. Se quedaron solas en el apartamento ya que los demás se fueron a cenar y Marta le contó, entonces, lo que le había pasado.
El hermano de su amiga, mucho mayor que ellas, un chico con iniciativa, con mucha iniciativa y recursos, era el encargado de buscarle a Marta donde dormir además de buscarles a ella y a su hermana trabajo, un trabajo que finalmente fue de "go-gos" en una discoteca, gestiones por las que les iba a cobrar la mitad de lo que cobraran. Al día siguiente Nacho que así se llamaba el hermano de su amiga, volvió con buenas noticias, no solo les había encontrado trabajo si no que había encontrado donde se podía quedar Marta y además, gratis.
Parecía que las cosas empezaban a ir bien. Marta fue a conocer a quien le iba a dejar quedarse en su casa, una chica simpática, agradable con la que Nacho, que tenía un morro que se lo pisaba, estaba enrollado y se lo había pedido como favor, solo hacía unos días que se conocían. Ella trabajaba de cantante en el piano bar del Hyatt y estaba con su hermano, al que Marta solo vio en una ocasión, en su casa, en Cala Reona, sus padres estaban de viaje.
Los dueños de la discoteca en la que iban a trabajar, Tripss, se habían tragado que Marta y su amiga eran "go-gos" de Puzzle, ni ella ni su amiga habían puesto un pie en Puzzle en su vida y jamas habían trabajado de "go-gos", les iban a pagar diez mil pesetas por noche, Nacho que se llevaba la mitad de cada una, ademas de hacerles de "manager" y llevarse una suculenta comisión, las llevaba y las traía en su coche, un Jeep, verde militar, del año de la Piqué.
Las siguientes dos semanas fueron de vértigo, bailar toda la noche, madrugar para pasar el día con los padres de la amiga de Marta, que no sabían nada del trabajo de "go-go" de su hija y de Marta, disimular el cansancio y dormir en la playa después de comer para poder estar descansadas para la noche, Marta que ya estaba muy delgada, perdió varios kilos en esas semanas.
Llego el momento de irse a Javea, Marta había quedado con Carlos el día concreto y la hora concreta en que llegaría, había consultado los horarios del autobus de La Manga a Javea cuando programó el viaje, antes de salir hacia La Manga y desde que saliera de Valencia no había hablado con Carlos pues este no tenía teléfono en Javea. Pero, evidentemente, los planes se iban a complicar, en la discoteca les pagaban a diario, cuando terminaba la sesión, pero esa última noche no les habían pagado, ni la anterior y no se iban a ir sin cobrar, aunque barajaron la posibilidad, habían quedado por la mañana con los dueños de la discoteca para cobrar y el autobús de Javea salía a las 11 pero a esa hora aun no les habían pagado y Marta perdió el autobús.
Cuando les pagaron se fueron todos a la estación de autobuses, el de las 11 lo había perdido, pero salía otro por la tarde y Marta lo cogió, no tenía mas remedio. Se pasó todo el viaje rezando para que Carlos estuviera esperándola cuando llegara y así fue, allí estaba, Carlos le contó que cuando no la vio en el autobús que debía llegar, preguntó y al decirle que había otro por la tarde se imaginó que lo habría perdido y decidió volver a la tarde.
Carlos también había contado una historia a sus padres para poder quedarse una semana mas en Javea, ellos habían estado en el chalet de sus abuelos y toda la familia, excepto Carlos, había vuelto a Valencia. Se suponía que el se quedaba una semana mas con sus amigos, que venían de Valencia, en un Camping. Evidentemente, sus amigos se quedaron en el camping pero Carlos y Marta se buscaron una habitación en un hostal, era una habitación pequeña con pocas comodidades, pero les daba igual, estaban juntos.
Marta estaba feliz, todo había salido bien al final, tenía mas dinero en el bolsillo que cuando se fue, había comido y cenado, casi todos los días, con los padres de su amiga y el alojamiento le había salido gratis, también volvía con unos cuantos kilos menos y mucho cansancio acumulado, pero enseguida se recuperó al lado de su novio, descansando por fin. Días de playa y sol y noches de amor.
Lisy.