martes, 14 de enero de 2014

Ella... de la tristeza y los problemas. Conversaciones.

Adoraba esos momentos en los que hablaban, no podía evitar una sonrisa en su cara, pero a veces surgían cosas que le entristecían y daban para escribir al respecto y ésta era una de esas: ¿No es duro absorber tanto? ¿Cómo lo manejas? ¿Cómo lo expulsas? Hablaban de la tristeza...

Ella respiró, y contestó: - Durísimo! Paciencia y fuerza, cielo, no queda otra. Convenciéndote de que no ganas nada lamiéndote las heridas, de que es mejor ocuparse que preocuparse y... llorándotelo, también, un poquito, es como una manera de decir: "Vale, ya me lo he llorado, ahora a ocuparse".

Ella pensó: Los problemas existen, a cada cual (y a cada edad) le parece que los suyos son los más horribles, pero eso no cambia el hecho de que haya que gestionarlos y de que, puesto que la existencia no admite representantes, cada uno debe gestionar sus propios problemas. Pero en este caso se trataba del problema de un hijo, en este caso estaba justificado que los hiciera suyos. A los hijos hay que darles las herramientas necesarias para aprender a gestionar sus problemas, no deberíamos resolverlos nosotros, les privaríamos en ese caso de una parte importante de su crecimiento personal, la vida es durísima y no vamos a estar allí donde nos necesiten, siempre que nos necesiten, de hecho sería lo más deseable que no nos necesitaran, es duro, pero es así, es la consecuencia natural de hacerse adulto.   

Pero se estaba yendo del tema, no era esa la cuestión... ¿Cómo se gestiona la tristeza?

En principio: mal! Es "humano" que nos afecte, incluso que nos "hunda" y nos arranque unas lágrimas, pero es inútil estancarse en ese sentimiento, si lo haces, el agujero que dibuja la tristeza cada vez será más profundo y cada vez te costará más salir de él, es un pozo sin fondo, en el que nunca ves el final.

A veces, lo que provoca esa tristeza no tiene solución o la solución es lenta, incluso a veces no depende de nosotros, en ese caso no queda otra que aceptarlo y seguir adelante, seguro habrán miles de cosas capaces de llenar el espacio que ocupa ahora la  tristeza, pequeñas cosas que acontecen a nuestro alrededor, podría ser incluso que, inmersos en nuestra tristeza, no nos demos cuenta de esas otras cosas; de hecho, si estamos "hundidos" en el agujero oscuro de la tristeza no seremos capaces de ver lo que pasa fuera y corremos el riesgo de perdernos esas otras "cosas bonitas" capaces de llenar ese agujero dibujando la escalera que nos permita salir de él. No es fácil pensó ella. Y no lo era... pero era necesario.

Pero, seguía yéndose del tema ¿Y si esa tristeza es la tristeza de alguien a quien quieres? ¿Y si esa tristeza es la tristeza de un hijo? ¿Y si te sientes culpable de esa tristeza? Era complicado, de alguna manera ella también se sentía triste porque le quería... y le entristecía ¿Puede la tristeza contagiarse?... Puede cuando alguien te importa, sin duda. 

Es normal sentir como propia la tristeza de los hijos pero, es necesario que se enfrenten a ella. Es nuestra labor como padres proporcionar a nuestros hijos las herramientas adecuadas para afrontar las situaciones que les provocan tristeza y, saber que puedes contar con tus padres cuando crees que todo se hunde a tu alrededor es importante y decisivo a la hora de enfrentarse a los problemas con éxito. Poco a poco irán necesitando menos de nosotros, es paradójico el hecho de que entristece saber que tus hijos crecen y ya no te necesitan en la misma medida que satisface ver que se han convertido en personitas independientes capaces de gestionar (bien) sus tristezas y problemas; porque tenerlos, los tendrán, es utópico pensar que no vaya a ser así y es nuestra labor proporcionarles la destreza para enfrentarse con éxito a ellos y no desdeñar el hecho de que la experiencia es un plus y los problemas, incluso los que se resuelven sin éxito, son también una buena manera de aprender y adquirir capacidades para enfrentarse a ellos en el futuro.

No podía darle más respuesta que la que se deduce de estas lineas: consejo y consuelo; y mimos, muchos mimos: un beso todo lo cura! 

Además de enfrentarte a la tristeza de un hijo deberás enfrentarte a la tristeza que ella te causa, y no es fácil -pensó- en ese momento deseó abrazarle y besarle.  



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